Más dulce que la miel

«Señor Jesús alimentame con tu palabra de vida, endulza mi corazón con tu verdad y dame inteligencia para mantenerme en tus caminos para siempre. Amén.»

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.
De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.“ Salmos 119: 103 – 104

Hoy en día nuestra sociedad está cundida de opiniones diversas acerca de la Biblia, opiniones que no se basan en el estudio juicioso de la misma sino en simples conjeturas de personas sin conocimiento, que contaminados por la moda, por sus conveniencias, por su orgullo y en general, por el sistema de valores de este mundo, despotrican de ella sin el mayor reparo ni respeto a algo que definitivamente desconocen.

En Teología hay un principio básico que hace referencia a la INERRANCIA de las Sagradas Escrituras esto quiere decir que como creyentes debemos estar seguros de que la Biblia es completamente verdadera en todas sus enseñanzas, si no fuera así, nuestro conocimiento de Dios sería impreciso y poco fiable. La Biblia que es la palabra de Dios, es la manera que el Dios Todopoderoso ha escogido para revelarse a la humanidad. Acerca de esto el libro de Oseas nos dice: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” (Oseas 6: 6). Más que los sacrificios que conllevan las diferentes religiones, lo que Dios quiere es tener una relación con el creyente basada en el conocimiento de su palabra que es la verdad, una verdad que pone al descubierto la mentira y desfachatez de una sociedad perdida en la ignorancia y en el relativismo de lo que más les convenga. Una sociedad cuyo dios es el que a cada uno le venga en gana adorar, un dios que no ve, que no oye y que definitivamente no salva.

La palabra de Dios es más dulce que la miel y así como la miel necesita ser probada lentamente por su viscosidad, también necesitamos probar cada palabra que sale de la boca del que nos creó, dejar que invada nuestros sentidos para luego digerirla por completo. Su Palabra no solo tiene la capacidad de endulzarnos el corazón sino de alimentar nuestra alma con inteligencia abriéndonos los ojos para que repudiemos las mentiras de este mundo que son amargas y vacías.