¿He menospreciado tu llamado?- Parte 1
2022-11-25
1. Oración inicial
«Padre, yo no he menospreciado la misión que me has encomendado, entiendo su importancia, pero no sólo quiero entenderlo sino también practicarlo. Espíritu Santo usa mi vida como instrumento para llevar el mensaje del evangelio hasta el fin del mundo. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?… Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” Génesis 25:32,34
3. Reflexiona
Qué tremendo ver cómo Esaú menosprecia su primogenitura, por un plato de lentejas, que para nada se compara en valor con lo que heredaría; esto nos lleva a reflexionar, ¿Cuántas veces hemos menospreciado, como Esaú, lo que Dios nos ha obsequiado?, quizás en algún momento lo hemos hecho, pero ¿por qué razón?, ¿por ignorancia, pues no conocemos qué es lo que se nos ha dado?, o quizás ¿porque no vemos el valor de lo que se nos entregó?
Enfoquemos este pasaje, en especial a la misión trascendental que Dios nos ha encomendado, predicar las buenas nuevas; es una misión que trae consigo una gran responsabilidad, pero también una recompensa; responsabilidad, porque depende de nosotros que el evangelio del reino sea predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14), ya que como dice la palabra: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Romanos 10:14; pero también hablamos de recompensa, pues claramente la más importante, es la salvación de las personas a quienes les hemos compartido. Aunque conocemos lo vital de esta misión, su gran valor y relevancia, hemos preferido en muchas ocasiones hacerlo a un lado, por ir como Esaú, detrás de algo sin importancia; nos hemos dejado llevar por los afanes del mundo y la obtención de algunas cosas materiales que se ven apetitosas delante de nuestros ojos (como a Esaú le pareció el guisado de su hermano), y al dejarnos deslumbrar hemos perdido el norte, olvidando uno de los propósitos de nuestro existir: ser luz para las naciones, a fin de llevar la salvación de Cristo hasta los confines de la tierra (Hechos 13:47)
En este día preguntémonos: ¿seguiremos el ejemplo de Esaú y menospreciaremos la gran responsabilidad que Dios nos ha dado?
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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