Ungiendo al Señor Jesús

«Amado Señor, qué privilegio me has dado al conocerte y hacerme parte de tus discípulos, anhelo con todo mi corazón honrarte y brindarte verdadera adoración, ungirte con todo mi ser, espíritu, alma y cuerpo. Así que, te pido me permitas persistir en mi relación de intimidad contigo cada día y hasta el día de tu venida, en el nombre de Jesús, amén. «

“Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza”. Marcos 14:3
“Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura”. Marcos 14:8

En el tiempo de Jesús, la unción común y corriente por la cual una persona demostraba a otra una actitud de hospitalidad y honra era ungir la cabeza y los pies, sin embargo, en esta ocasión donde María de Betania unge al Señor no lo hace solamente por esto, sino que Jesús explica que ella lo hizo con la intención de preparar su cuerpo para la sepultura, al parecer hasta el momento era la única persona que había entendido que Jesús iba a morir y resucitar.
Ahora bien, ese momento del Señor Jesús ya pasó, sin embargo, los creyentes del presente tiempo sabemos que se aproxima otro, y es el día que el Señor vuelva por su iglesia. María se anticipó e hizo lo que podía para despedir a Jesús de la tierra. Ahora la pregunta es, ¿con qué actitudes o acciones nos estamos anticipando para el encuentro con el Señor?, ¿cuál será nuestra unción para Él?
1 Tesalonicenses 5:23-24 nos exhorta a guardarnos irreprensibles hasta su regreso, el pasaje dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Todo lo que somos debe honrar a Dios, desde nuestros más íntimos pensamientos hasta las más evidentes acciones; santidad que solo podremos lograr si cada día nos postramos a los pies del Señor, pidiéndole que por medio de su Espíritu nos ayude a ser como es Él.