La actitud para acercarnos a Dios
2022-02-03
1. Oración inicial
«Amado Jesús gracias por mostrarme al Dios Padre a través de tu vida, fue en la cruz que revelaste totalmente la grandeza de su amor por mí. Al rasgarse el velo del lugar santísimo quedó abierto el acceso a su presencia, en el momento en que tu cuerpo fue rasgado en la cruz del calvario por mi pecado, abriste el camino para poder acercarme confiadamente al trono de gracia, a la presencia viva y santa de mi Dios. Gracias por tu sangre preciosa que me limpió de todos mis pecados. En el nombre de Jesús. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Éxodo 3:2-5
3. Reflexiona
Este pasaje nos recuerda nuestra actitud al acercarnos a Dios. Moisés al intentar llegar hasta la zarza ardiendo tuvo que entender que estaba ante Dios. El lugar era santo, por eso Él le dijo que se quitara las sandalias de sus pies, tenía que quitar todo lo impuro para poder entrar en su presencia santa. Toda santidad implica pureza y separación de lo profano, el quitarse el calzado era un acto de humillarse y vaciarse de lo terrenal para que el Señor lo llenara, el descalzarse es un símbolo de humildad y respeto a la Majestad divina.
Esto debe recordarnos que, aunque Jesús nos abrió un camino nuevo para acercarnos a la presencia del Padre con confianza, a través de su sangre preciosa que nos purificó y nos hizo santos, Dios ve nuestro corazón y la intención con la que le buscamos. Dice su palabra en Hebreos 10:19-22: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.
No podemos llegar a su presencia descuidadamente sin antes confesar nuestros pecados y permitir que nos limpie de toda maldad para que no haya ningún estorbo en nuestra comunión con Él, por eso con humildad debemos reconocer que somos pecadores y que le hemos fallado. Solo así podremos entonces tener la confianza para estar delante de Él. Como nos lo dice Hebreos 4:15-16 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Acerquémonos entonces sin hipocresía, en verdad y con un corazón perfecto, sin dudas, porque hemos sido purificados con la sangre de Cristo, conscientes de que nuestra culpa fue quitada.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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