Una mirada de amor. Parte 2
2021-06-03
1. Oración inicial
«Gracias Padre, porque mediante la fe en tu hijo Jesucristo me rescataste de mi vana manera de vivir que hacía que mirara a otros sin ninguna misericordia, pero ahora has transformado mi interior para mirar a mi prójimo de la misma manera que tú lo miras, con amor y compasión. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”, Juan 8:10-11
3. Reflexiona
La mujer encontrada en adulterio era culpable según la ley entregada a Moisés, pero Jesús la miró con ojos de perdón, con una mirada que no condena, una mirada que levanta y restaura, pero…
¿Será que Jesús pasó por alto el pecado de la mujer, sin que haya habido una retribución o pago por ese pecado? Luego, ¿Dios es injusto? No, alguien tuvo que satisfacer las demandas de la ley justa, santa y pura (Romanos 7:12), y ese fue el mensaje de Jesús a las conciencias de todas las personas reunidas allí; lo que Jesús les muestra es que todos han pecado, pero Él, que no tiene pecado, no los condenó porque esa condena que merecían, la iba a tomar Él mismo en la cruz para liberarlos a todos, incluyendo a la mujer y para que siendo libres, no vuelvan a pecar, por esta razón le dice a la mujer: “…Ni yo te condeno; vete, y no peques más”, y también la escritura nos revela esta trascendental enseñanza en Gálatas 3:13: “ Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero ”
Así que, sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados (Hebreos 9:22b), no hay perdón, por esto Jesús nos mira hoy con la misma mirada que dirigió a la mujer, para que vayamos a sus brazos y entreguemos todo pecado, aceptemos el perdón de Dios y vivamos libres de condenación. Como fruto de nuestra fe en Cristo y de aceptar su gracia, no debemos permitir que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal, ni obedecer a sus malos deseos, entonces, podremos mirar a otros con ojos de pureza y santidad, sin condenar, porque también nosotros fuimos rescatados del mal. Ahora, ¿cómo miras a tu prójimo?
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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