Llorad por vosotros mismos
2021-05-06
1. Oración inicial
«Amado Jesús, tú no quieres recibir mi compasión por todo lo que sufriste en la cruz por mí, lo único que quieres es recibir mi fe en ti, que reconozca que he pecado al querer vivir la vida a mi manera. Me arrepiento de corazón y te pido que me perdones mi Señor, siento tristeza por haber estado separado de tu Presencia, ayúdame a caminar en santidad y a vivir conforme a tu voluntad. Amén»
2. Lee la palabra de Dios
“Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco qué no se hará?” Lucas 23:27-31
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”. Joel 2:12-13
3. Reflexiona
Cuando Jesús se dirigía a la cruz, les habló a las mujeres que estaban llorando por Él, les dijo que vendría un día donde sería mejor no traer hijos al mundo, refiriéndose a la época de la Tribulación y les pidió que no lloraran por Él sino por ellas mismas y por sus hijos. La pregunta es: ¿por qué les pidió eso?
Recordemos que ese día, una gran multitud de personas seguían a Jesús hasta el calvario: los sacerdotes y fariseos que lo aborrecían y querían su muerte, los soldados romanos endurecidos por tantas ejecuciones similares, la multitud que sobornada por los religiosos pedía su crucifixión y entre todos, las mujeres que estaban presenciando su agonía, cómo había sido desfigurado por las bofetadas, la corona de espinas y los crueles latigazos que le dieron. Cumpliéndose lo que dice Isaías 52:14 “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”.
Jesús les dijo eso, porque ese tipo de dolor y tristeza no conduce a una verdadera conversión, sentir pena por el sufrimiento de Cristo no es tan importante como llorar por nuestros pecados que hicieron que Él sufriera y muriera en la cruz. 2 Corintios 7:10 nos dice: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”.
La tristeza que ellas tenían era la del mundo y eso sólo es una emoción que no lleva al arrepentimiento, las verdaderas lágrimas son las que se producen por el dolor de nuestros pecados, que nos lleva al quebranto interior cuando tenemos conciencia de que le hemos fallado a Dios. Por eso, no tengamos lástima de Cristo, pues con amor y con gozo sufrió la cruz para salvarnos, lloremos por nosotros mismos, por nuestra nación, nuestra familia, nuestros hijos, nuestros amigos, porque estamos viviendo tiempos de oscuridad, de pecado, porque no hemos pensado en la salvación del alma por estar embebidos en los placeres de este mundo, porque hemos tomado todo tan a la ligera que nos olvidamos que la paga del pecado es la muerte eterna.
Lloremos por nosotros mismos que quizás habiendo conocido al Señor, nos hemos apartado teniendo por inmunda la sangre del pacto, como dice Hebreos 10:29 “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”
Jesús se refiere a sí mismo cuando dice: “Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco qué no se hará?” Si a Él, siendo perfecto e inocente, lo trataron así, ¿qué pasará entonces con los que sí son culpables? Es tiempo de reconocer el sacrificio de Cristo, sentir un verdadero arrepentimiento por nuestros pecados con ayuno, lloro y lamento, para empezar a caminar en santidad y en la vida que Él ha prometido a los que le reciben como su Señor y Salvador.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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