El servicio en la obra del Señor no es en vano

«Señor Jesucristo, Tú diste la victoria en la cruz y allí quiero estar crucificando día a día mi naturaleza pecaminosa, viciada con los deseos y pasiones desordenadas, para poder caminar en pos de ti, seguir tus huellas, guardar tus mandamientos y servirte eternamente, sabiendo que la recompensa es de gran honra y honor. Gracias Señor. Amén.»

«Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará», Juan 12:26

El ser humano, siempre espera recompensa cuando presta un servicio y además le agrada que le sirvan y no servir; y así como a Pedro, al inicio pareciese que seguir a Jesús es en vano, la biblia registra en Mateo 19:27-29 «Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos? Y Jesús le dijo: En verdad os digo que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna».
Seguir a Jesús es servirle para sus propósitos y planes, si lo hacemos, no solo tendremos la recompensa del fruto eterno de almas que se salvan, sino que también el Padre nos honrará, nos dará coronas y galardones en honor y gloria.
La palabra: “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”, significa que todo aquel que sirve a Jesús, el Padre Dios le tiene en gran estima y le considera especial; esa honra está por encima de la fama que el mundo pueda ofrecer o el aprecio de las personas, pues más honroso es que Dios nos tenga en alta estima, por lo cual, servir a Dios es la obra y labor más sublime y gloriosa que podamos realizar.
Ahora, el servir a Dios no es que tú hagas algo para Él, sino que es algo que Él hace a través de ti; Él dijo abre tu boca y yo la llenaré, es cumplir el propósito para el cual fuiste creado, es cumplir su misión, es extender el reino de Dios, es llevar el mensaje de salvación. Pablo le decía al joven Timoteo: «Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, […], que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina».
El Espíritu Santo es quien te capacita para este servicio, Él te dio el sello, Él te viste de poder y te usa más allá de tus capacidades.