Libertad interior
2020-10-16
1. Oración inicial
«Señor Jesús, cuando no escondo mi dolor sino que abro mi corazón delante de ti para entregártelo y derramar toda mi aflicción en tu presencia, sé que sanas mis heridas y vences mi aflicción. No quiero mantener las apariencias de una vida feliz mientras me consumo interiormente, sino experimentar el gozo y la libertad que traes a mi corazón cuando me consuelas y me das nuevas fuerzas para seguir adelante, sólo así podré ayudar a otros a través de mi experiencia. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Mateo 5:4
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. 2 Corintios 1:3-5
3. Reflexiona
En estos versículos sobresale la palabra “consolación” en griego “paraklesis”. Se acostumbra a pensar en esta palabra como una droga que calma el dolor, pero en realidad el sentido bíblico es fortalecer el hombre interior. ¿Qué hacemos cuando somos lastimados, decepcionados o cuando experimentamos algún dolor? Muchos problemas que afrontamos duelen tanto que producen hasta dolor físico y lo escondemos evitando que otros lo vean, nos metemos en una coraza para no permitir que nuevamente nos hagan daño.
Más que suavizar la herida, la consolación nos fortalece y nos ayuda a soportar hasta superar nuestra aflicción. El Señor dice que son bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados o fortalecidos. Él no quiere que nos encerremos en nuestro dolor, sino que lo vaciemos delante de Él para ser liberados y sanados.
Cuando hacemos lo contrario y no queremos que otros vean nuestra aflicción, quizás estamos mostrando a esas personas que nos hicieron daño que tienen poder sobre nosotros, por eso enterramos nuestro sufrimiento en el fondo de nuestro corazón. El dolor hay que procesarlo para poder deshacernos de Él, de ahí que el Señor nos dice en su Palabra en Mateo 11:28 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Sólo Jesús trae paz y alivio a nuestra alma como dice el Salmo 94:19 “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma”.
Ahora bien, el que ha recibido consuelo de parte de Dios tiene la responsabilidad de compartirlo con otros para consolarlos. El que no ha experimentado la aflicción, la enfermedad, el abuso o cualquier dificultad puede no estar capacitado para consolar a otros, o al menos entender su situación. Cuando hablamos desde nuestra experiencia entonces los demás estarán dispuestos a recibir lo que les ofrecemos y nos convertimos en el conducto del consuelo de Dios. Recordemos que para consolar a veces solo se necesita un abrazo, unas simples palabras, un gesto de amor, solo escuchar o cualquier expresión que valen mucho cuando comunican empatía y consuelo genuino.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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