Transacción eterna de vida nueva

«Señor, comprado fui por tu preciosa sangre, por que era esclavo del pecado, pagaste la deuda y ahora soy libre en ti para hacer lo justo, lo agradable y lo perfecto. Abre mis ojos espirituales para ser consciente de tu gran amor y disfrutar del regalo inmerecido de la salvación, dando gloria, honra y honor a Cristo, por medio de mi vida, para que otros conozcan también de tu gracia. Amén»

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2 Corintios 5:17, 21

Estar en Cristo significa que por fe hemos creído y recibido a Cristo como Señor y Salvador, se ha realizado un intercambio, ya que sobre Él fueron colocados nuestros pecados y a cambio hemos recibido su justicia en nosotros.

Es decir, fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe y ahora tenemos paz con Dios gracias a que Jesucristo, nuestro Señor, realizó una obra inigualable por nosotros (Romanos 5:1).
Por esto, nuestra nueva vida está en Cristo, ya que cuando Él triunfa sobre la muerte, después del tercer día, se levanta como el primero entre muchos que también serán resucitados (Romanos 8:29) y como garantía de esta promesa de redención de nuestro cuerpo, (porque ya nuestro espíritu ha sido redimido, esto es, se ha pagado la deuda que nos separaba de Dios), Él ha colocado a su Santo Espíritu en nuestro corazón, para darnos poder, amor y dominio propio, para que el pecado no tenga ningún poder. (Romanos 6:12).

Una transacción eterna, donde Cristo ha pagado la deuda por nuestros pecados y esto, sabemos que fue así, porque Él dijo en la cruz “consumado es”, es decir, pagado es y con su sangre nos compró (1 Corintios 6:20), así que ya no permitamos que el pecado controle nuestra manera de vivir, ni usemos nuestro cuerpo como instrumento de maldad para servir al pecado, sino, como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios. (Romanos 6:13).