Jesús sentenciado a muerte en la cruz
2020-04-10
1. Oración inicial
«Señor Jesucristo, qué inmenso y sublime es tu amor, estremece lo profundo de mi ser, la grandeza de la obra en la cruz, doblego mi corazón ante tanta abnegación. Señor te expreso mi agradecimiento por la máxima expresión de tu amor y rindo mi vida entera ante ti. Gracias Señor Jesús. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” Juan 19:1-6a
3. Reflexiona
A quienes amamos a Jesucristo, como nos ordenan las Escrituras, nos estremece el alma y el corazón recordar la crucifixión de Jesús de Nazaret, pero es necesario, para entender el gran amor expresado en tan grandioso sacrificio.
La agonía de Jesús inició en Getsemaní, Lucas 22:44 dice: “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” Luego Jesús fue arrestado como el más vil criminal y traído delante del Sanedrín donde fue abofeteado, golpeado tan brutalmente que difícilmente se podía reconocer, pero esto ya estaba escrito muchos años atrás; dice Isaías 50:6: “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos”.
Jesús fue despojado de su ropa, azotado con 39 latigazos y llevado a la crucifixión. Allí quedó suspendido en la cruz, expuesto al intenso sufrimiento físico, al escarnio público y al calor del día.
Jesús murió en la cruz para pagar la culpa que nosotros merecíamos, y Dios sabía que no existía ningún otro modo de perdonar con justicia al pecador, salvo ofreciendo a su propio Hijo como ofrenda por el pecado, entonces, tenemos que admitir que nuestra condición ante Dios era muy grave y éramos nosotros los que merecíamos tal castigo.!
Hermanos, permitamos ser tocados por la grandeza de este sacrificio, un derroche de amor en la cruz y seamos agradecidos, porque Jesucristo nos amó tanto, hasta dar su vida por nosotros, por esa maravillosa razón, debemos aceptarlo como nuestro Salvador, el único mediador entre Dios y nosotros.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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