No nos cansemos de orar
2019-10-25
1. Oración inicial
Señor, he puesto mi confianza en ti, sé que me escuchas y están atentos tus oídos a mis súplicas, sé que me mostrarás el camino que debo seguir y me darás conforme a tu voluntad lo mejor para mi vida. Amén
2. Lee la palabra de Dios
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”, Lucas 18:1-8
3. Reflexiona
¿Qué es lo que nos aflige, qué es lo que nos preocupa, qué hay en nuestra vida que nos mantiene despiertos en la noche, cuál es esa gran duda?
La oración es la respuesta para enfrentar toda intriga, toda duda, todo problema.
Dios nos ama para mostrarnos qué debemos hacer si estamos dispuestos a preguntárselo, a escucharlo, a confiar en Él y a esperar en su tiempo.
Por mucho que nos preocupemos, no podemos hacer que algo suceda, como el Señor Jesús lo dijo para nuestra reflexión: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:27), pero lo que sí puede suceder si nos angustiamos, es que nos podemos enfermar, y también llenar de angustia a otras personas.
Lo que sea que logremos en nuestra vida lo lograremos de rodillas ante Dios, no en nuestras fuerzas, porque Dios no se deleita o no se agrada en la fuerza del caballo o en la agilidad del hombre, sino que se complace en que lo tengamos en cuenta en nuestro camino, y que esperemos confiadamente en su misericordia. (Salmos 147:10-11). No es nuestro afán, ni nuestra angustia la que cambiará el rumbo de las cosas, sino nuestra fe en Cristo, por medio de la oración insistente, continua, sin desfallecer.
Así que no nos cansemos de clamar a Dios, pues en su momento recibiremos la mejor respuesta, la alternativa para nuestra bendición; confiemos en que pronto nos hará justicia si clamamos de noche y de día.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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