Acerquémonos al trono de Gracia
2018-09-14
1. Oración inicial
Amado Dios, qué maravillosa bendición me has dado al tener al Señor Jesucristo como sumo sacerdote, mi mediador, quien entiende mis debilidades, quien me colma de gracia y misericordia al acercarme a tu trono confiadamente. Gracias Padre por acudir en mi ayuda cuando a ti clamo. Alabado sea tu nombre, amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”, Hebreos 4:15-16
3. Reflexiona
El sacerdote en el Antiguo Testamento era la voz del pueblo hacia Dios, quien hacia los sacrificios de animales y así el pueblo recibía el perdón de pecados. Esto era una tipología del Señor Jesús, quien hoy es nuestro sumo sacerdote y a la vez la ofrenda por el perdón de nuestros pecados, sólo que esta vez fue único sacrificio y para siempre.
La Palabra nos dice que tenemos un sumo sacerdote: Jesucristo, que se compadece de nuestras debilidades, pues Él supo lo que fue sufrir el hambre, soportar la aflicción y la tristeza, hasta el punto que el evangelio de Juan cuenta que Jesús lloró. Él nos entiende, ya que él fue tentado en el desierto y sufrió de la misma manera que nosotros, sólo que él no pecó. Él dio su vida para ayudarnos en nuestra impotencia, perdonar nuestros pecados, limpiarnos con su sangre y acercarnos al Padre. Solo Él traspasó los cielos y se convirtió en nuestro sacerdote para que nos representara en el trono celestial.
Tal vez no nos acercamos íntimamente al trono del Señor porque nos inculcaron la imagen de un Dios severo, castigador y muy lejano, inalcanzable para nosotros como pecadores, sin embargo, la Palabra nos habla que él se entregó a sí mismo para que alcanzáramos por medio de su sacrificio la entrada personal al trono de nuestro Padre celestial.
Acerquémonos «confiadamente» al trono de Dios con reverencia, no con ligereza y falta de seriedad. Podemos hablar con total libertad y sinceridad con el Señor Jesucristo, Él nos comprende, Él conoce nuestras debilidades y las podemos compartir con Él. Abramos el corazón ante su presencia.
Hermano preséntate ante su Trono, con la total seguridad de que allí recibiréis misericordia, gracia y el oportuno socorro en tiempos de necesidad.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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