Jesús, nuestro mejor camino
2018-07-14
1. Oración inicial
Señor Jesucristo, guarda mi alma de tener envidia de los impíos que prosperan. Recuérdame que eres mi mejor riqueza, dame fe para confiar en tus promesas, al final tendré la recompensa que has preparado para mí. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, ni son azotados como los demás hombres. Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra”, Salmo 73:2-9
3. Reflexiona
Este salmo de Asaf muestra el realismo de cómo es la vida. Podemos estar pasando por el mismo problema del salmista. Tenía inquietud de ¿por qué Dios permite que los malvados prosperen, mientras que su pueblo sufre? Quizás este mismo interrogante lo hemos hecho cuando hemos observado situaciones de injusticia y vemos a personas fieles a Dios sufrir, en contraste con la prosperidad de los malos.
Podemos estar sintiendo envidia y reclamándole a Dios porque a los malos les va mejor que a nosotros. Como Asaf, podemos describir a los impíos llenos de orgullo, no los afectan las calamidades humanas, no le temen a la muerte, tienen para pagar los mejores médicos si enferman, comen bien, no tienen problemas financieros, duermen sin preocupaciones, tienen todo lo que desean, no les preocupa pasar por encima de los más necesitados para obtener lo que quieren, se burlan de las leyes y tiene una gran influencia en el medio donde viven para dominar todo con su poder y dinero. Piensan que no necesitan de Dios y que Él no sabe nada de ellos.
El problema es cuando nos comparamos con ellos y creemos que vivir la vida cristiana es una pérdida de tiempo. Quizás pensamos que estamos ocupándonos de las cosas espirituales, tratando de agradar a Dios sin recibir recompensa.
Asaf entendió el destino de los malvados cuando entró en el templo de Dios. Salmo 73:17 “Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. El Señor tiene la respuesta a nuestra inquietud, sólo entrando en su presencia entenderemos el porqué de muchas situaciones y tendremos una nueva percepción de la vida. Debemos entender que nuestra mayor riqueza es Dios mismo y que nuestra recompensa no es terrenal, sino celestial. Evitemos entonces que nuestra alma se llene de amargura cuando miramos las injusticias que suceden a nuestro alrededor.
No importa, entonces, lo que pueda ocurrir si nuestra confianza está puesta en Dios y en sus promesas. No puedo pedir nada mejor de lo que dice el Salmo 73:24-25 “Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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