Heme aquí, envíame a mí
2018-01-08
1. Oración inicial
Amado Dios, dame humildad para acercarme a tu presencia y reconocer que soy pecador, que necesito que limpies mi vida, que me apartes de todo lo que me aleje de ti y que dispongas mi corazón para escuchar tu llamado divino a servirte. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:5-8
3. Reflexiona
Cuando vemos el llamado de Isaías, miramos que él no se sentía apto para servir al Señor. Reconoce que ante la santidad de Dios es un hombre pecador, pero Dios lo limpia y él se somete por entero a su servicio. Pasó por el doloroso proceso de limpieza antes de cumplir la difícil tarea. Nosotros hemos sido llamados de igual manera. El Señor no nos halló limpios sino en el lodo cenagoso del mundo, pero de ahí nos sacó, y puso nuestros pies sobre la Roca firme que es Jesús. Aquí comenzó su proceso de purificación. Como a Isaías, quizás nos resulte doloroso este proceso, pero es necesario si queremos servirle y representarlo bien en esta tierra.
¿Dejaremos que Él nos pase por fuego para que purifique nuestra vida? Una de las tareas del Espíritu Santo es llamar a hombres y mujeres para apartarlos y consagrarlos al servicio, por eso, convence de pecado, justicia y juicio con el fin de que se arrepientan y escuchen el llamado divino.
La Palabra de Dios dice que son muchos los llamados y pocos los escogidos, esto es porque sólo pocos responden al llamado. A la pregunta ¿a Quién? ¿Estaremos dispuestos a decir: “heme aquí, envíame a mí?” Esto implica disposición y prontitud en contestar. Cuando Cristo por su gracia y misericordia se acerca a nosotros, nos facilita la respuesta, pues ya sufrió en la cruz por nuestros pecados, ahora quiere que aceptemos lo que ya hizo por nosotros. El espera una respuesta positiva. Es nuestra responsabilidad predicar el evangelio en este tiempo.
Quitar el pecado es necesario para poder hablar en su Nombre como obreros aprobados que no tenemos de que avergonzamos. Cristo es la Roca sobre la cual nuestra vida puede estar firme, es nuestra sólida esperanza. Nos da la seguridad de que Él nos sostendrá como lo hizo con Isaías, mientras realizamos la tarea.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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