El libro de la vida del Cordero
2017-12-08
1. Oración inicial
Amado Señor, gracias por tu amor y tu gracia infinita, por haberme rescatado de mi condenación, y darme la oportunidad de una esperanza y vida futura en el cielo. Por escribir mi nombre en el Libro de la Vida y pertenecer a la familia celestial. Amén
2. Lee la palabra de Dios
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Apocalipsis 3:5
“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Apocalipsis 20:15
3. Reflexiona
En esta tierra siempre estaremos buscando reconocimiento. Nos sentimos orgullosos si nuestros nombres han sido escritos en un registro civil, en una placa, en un diploma, en un monumento, etc. Pero la verdad es que todo esto es temporal, pues nada de lo que ganemos en la tierra será permanente, todo se convertirá en polvo y pasará al olvido. Para los creyentes hay una promesa y es que nuestros nombres serán inmortalizados, porque desde el momento en que confiamos en Cristo aquí en la tierra, nuestros nombres quedaron escritos en el Libro de la Vida. No para registrar nuestra obras, sino para asentar la obra de Cristo realizada en nosotros. Por tanto se le llama, “el libro de la vida del Cordero.”
Estas páginas celestiales contienen todos los nombres de los que han creído y han puesto su fe en Jesús, para ser salvos. Hemos sido declarados justos al identificarnos con la muerte y resurrección de Jesucristo y nuestros nombres registrados en ese libro, que sólo el Cordero abrirá al final de los tiempos.
Cuando nuestros padres nos registraron como sus hijos, nos dieron el derecho a pertenecer a una familia. Pero qué privilegio que nuestro Padre celestial haya registrado nuestro nombre en el Libro de la Vida, cuando decidimos poner nuestra fe en Jesús, y por eso tenemos la certeza de que pertenecemos a la familia de Dios. Esto nos concede todos los derechos como hijos, somos coherederos con Cristo, de todas las riquezas de su gloria, tenemos una ciudadanía en el cielo y un futuro asegurado al lado de nuestro Padre. Dice Mateo 25:34 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
Si por la fe no nos hemos identificado con Cristo, confesándolo como nuestro Señor y Salvador, no habrá esperanza alguna, ni segunda oportunidad, ni ninguna otra apelación. Nuestra decisión por Cristo, define nuestro destino final. ¿Por qué no asegurar la salvación desde ahora?
4. Alaba a Dios
5. Comparte
Puedes compartir este devocional en Facebook, Whatsapp, Twitter y LinkedIn