Decisiones trascendentales

Padre en el nombre de Jesús, guíame en toda decisión, colocando atención a tus principios, lléname de tu Espíritu para vivir y anunciar tu verdad.

“Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras.” Proverbios 24:11-12

Hay tres decisiones trascendentales, que definen el rumbo, el estado actual y el futuro eterno de nuestra vida. La primera, es la decisión más importante que podemos tomar: Creer y aceptar a Cristo en nuestro corazón, para que tome el control de nuestra vida; así aseguramos la vida eterna. (Juan 1:12; 3:3 y 5; 3:16)

La segunda, la persona con quien voy a compartir el resto de mi vida, es decir, el matrimonio, pues contrario a la filosofía del mundo actual, el matrimonio es creado por Dios para que el hombre siguiendo los principios de la Palabra, sea un ser completo, “No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea” (Génesis 2:18). Aquí inicia la verdadera familia, base de la sociedad, un hombre y una mujer establecidos bajo los principios bíblicos.

La tercera decisión, más que una decisión es una misión, la de anunciar la noticia, de que a través de la fe en Jesús hay perdón de pecados y salvación; de lo mismo que recibí debo dar, recibí de gracia de gracia debo dar (Mateo 10:8).

La Palabra de Dios explica que soy responsable de anunciar la verdad para que el pecador se arrepienta y se aparte del mal, (Ezequiel 33:7-9), Dios me otorgará recompensa por este motivo, (1 Tesalonicenses 2:19-20) es nuestro deber como hijo amados y obedientes, “… ¡ay de mí si no predico el evangelio!” (1 Corintios 9:16).

El mundo actual está necesitado, hambriento y angustiado porque no halla la verdad, y esa verdad es el Señor Jesús, quien mora en nuestros corazones al creer en Él y aceptarlo como el Señor y salvador de nuestras vidas. Y si somos hijos de Dios, tomemos la decisión trascendental de iniciar con toda diligencia a prepararnos en su Palabra, como obreros aprobados por Dios, para que con todo amor y precisión anunciemos a los perdidos el único camino de Salvación, ofrecido por Dios a todo hombre, Jesús el Cristo. (2 Timoteo 2:15).