La compasión de Jesús
2017-05-10
1. Oración inicial
Señor Jesucristo dame un espíritu compasivo y misericordioso como el tuyo, para ayudar a los demás. Tengo tu Palabra Viva, con la que puedo llevar a otros la solución a su necesidad. Abre mis manos para dar de lo que tengo y saber que en tu nombre precioso, puedes obrar milagros, señales y prodigios a través de mí. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? Él les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas”. Marcos 8:1-8
3. Reflexiona
Cuántas veces el Señor Jesucristo tiene que repetir un milagro para que aprendamos de su gran compasión y amor y entendamos que éstas características, son las que mueven su corazón a hacer posible, lo que para nosotros es imposible.
Los discípulos de Jesús no estaban listos para su examen final. ¿Habían aprendido quién era Jesús? ¿Se les había quedado la lección de la alimentación de los cinco mil? Esta era la oportunidad para demostrarlo, pero de nuevo no lo hicieron. Dejaron ver nuevamente su incapacidad. Otra vez una multitud hambrienta está escuchando las enseñanzas de Jesús y Él nuevamente muestra su compasión. Jesús les preguntó otra vez con paciencia cuántos panes tenían, e informaron una pequeñísima cantidad. Otra vez dio gracias a Dios y partió los panes y los entregó a los discípulos para que los repartieran.
A nosotros nos puede suceder lo mismo cuando nuestro pensar sigue siendo el de este mundo. Miramos más los problemas y nos olvidamos que la provisión de Dios para nuestras necesidades es más que suficiente. Somos lentos para entender la grandeza del corazón compasivo de Jesús, por eso dudamos frente a las adversidades. Es humano querer evitar problemas por ayudar; pero es divino conmoverse con una compasión y piedad que obliga a ayudar al necesitado.
¿De qué disponemos nosotros para ayudar? ¿Nos concentramos solamente en las dificultades para no hacerlo? La compasión debe volverse en nosotros un desafío. No dejemos pasar la oportunidad de ayudar cuando tenemos con qué hacerlo.
Jesús no acepta el espíritu que espera que todas las circunstancias sean ideales antes de pensar en ayudar. Por el contrario su ejemplo nos motiva a ayudar a los que están en apuros, necesitados, angustiados, desvalidos, con lo que tengamos en ese momento, nunca se sabe lo que pueda pasar. En manos de Jesús siempre puede ocurrir un milagro. Recordemos que el poder de su Palabra puede dar respuesta a lo imposible.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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