La santidad unida al amor
2017-04-01
1. Oración inicial
Oh Dios misericordioso y bueno, Padre amoroso que me amaste a pesar de lo que soy y enviaste a tu Hijo como muestra de tu inmenso amor a morir por mí, enséñame a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y todas mis fuerzas, porque sólo así podré verdaderamente amar a los demás y vivir en santidad. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”, Marcos 12:29-31
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”, Juan 4:20-21
3. Reflexiona
El Señor dice en Hebreos 12:14 “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. No podemos andar en santidad, si el amor no rige nuestra conducta cristiana. Cuando amamos a Dios es porque estamos obedeciendo sus mandamientos y eso incluye amar al prójimo como a nosotros mismos. En el decálogo dado por el Señor a Moisés, hay cuatro mandamientos que tratan de nuestra relación con Dios y los otros seis restantes, tiene que ver con nuestra relación con los demás, lo que indica la importancia que tiene para Dios, nuestras relaciones interpersonales.
Jesús resumió los mandamientos en dos, diciendo que no hay otro mandamiento mayor que estos. La mayor muestra de amor a Él, es cuando amamos verdaderamente a los demás. Cuando este es el principio rector del alma, habrá una disposición para cualquier deber, seremos pacientes, benignos, bondadosos, misericordiosos, podremos perdonar y ser soporte para los demás. Amar a Dios con todo nuestro corazón nos compromete entonces a agradarlo en todo. De ahí que el amor a nuestro prójimo debe surgir naturalmente como una consecuencia de amarlo a Él.
Se puede decir entonces que la médula de la ley es el amor a Dios. Si colocamos el amor al prójimo en primer lugar o nos olvidamos de amar a Dios o lo colocamos en segundo lugar, nuestra vida irá a un rotundo fracaso y al final no haremos nada bien. Bien dice 1 Juan 4:20 si decimos que amamos a Dios y no amamos al prójimo, somos unos hipócritas.
Entonces tenemos que actuar en consecuencia y ser verdaderos cristianos, identificándonos con Cristo, amándonos unos a otros. Evaluemos entonces nuestra vida y miremos si realmente estamos amando a Dios y a nuestro prójimo, este es el principio rector para andar en santidad.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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