Un grito Lastimero de Jesús
2017-03-24
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1. Oración inicial
Dios mío, Dios mío, cuantas veces en mí angustia te he clamado con grito lastimero, pero estoy seguro que tu presencia está conmigo, tú lo has prometido que no me desampararas, que me sostendrás con tu diestra poderosa y el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en tu casa por siempre viviré. Amén
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2. Lee la palabra de Dios
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, Mateo 27:46
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3. Reflexiona
Alrededor de la cruz de Cristo había aumentado la soledad. Los últimos curiosos se habían ido marchando entre el aburrimiento y el miedo que pudo causarles aquel repentino oscurecimiento del sol. Quedaban sólo los soldados y el pequeño grupo de los amigos al que Jesús apenas veía con sus ojos borrosos entre sangre y sudor. Estaba verdaderamente solo.
En realidad, morimos solos, incluso cuando lo hacemos rodeados de amor. Por mucho que el agonizante tienda su mano y se aferre a otra mano, sabe que, en el interior, donde se libra el último combate, está solo. Jesús sintió también en carne propia esta ley de la condición humana.
Jesús vio su soledad multiplicada por el espanto de quien muere joven en una cruz, odiado, despreciado y consciente de todos sus dolores. Hay una soledad que ningún humano ha conocido jamás, ya que es la soledad del Hijo de Dios.
Una frase desconcertante del Evangelio, que durante siglos ha conmovido a creyentes, es sin duda ésta: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Fue un grito que taladró la historia. En medio del silencio del Calvario, Jesús se incorporó en la cruz, llenó de aire sus pulmones y gritó en voz alta esta frase.
Recordemos que Jesús había sudado gotas de sangre en el Huerto de los Olivos, pero lo había hecho en silencio. Había soportado el castigo de la flagelación, había sufrido en silencio, el ver sus manos y sus pies traspasados, pero ahora el Padre no está con él.
La Escritura indica que todo abandono de Dios, todo alejamiento de Jesucristo, supone una condena de muerte, sin embargo, también afirma que aquellos que se acogen voluntariamente a su sacrificio, entran bajo el amparo divino y bajo la sombra de su protección.
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4. Alaba a Dios
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5. Comparte
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