Decisiones en calma. Parte 1

Señor, quiero tomar decisiones guiadas por ti, en perfecta calma, lleno de tu Espíritu, no bajo la presión del mundo o las circunstancias. Gracias Señor. Amén.

«¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan», Lucas. 12:27-28

El mundo tiene como una costumbre presionar a que tomes decisiones rápidas, y por lo tanto fracases al instante. Desde niños nos presionan para que hagamos cosas antes de tiempo y de la forma que el mundo lo hace, contrario a los principios de Dios. Escogemos pareja afanados con dejar la soledad o satisfacer nuestros propios deseos a la manera del mundo, estudiamos lo que no queremos pero la sociedad nos presiona a estudiar, nos endeudamos para tener ahora, lo que no nos hace falta, porque el estatus social lo exige. Hasta el vestido que tenemos hoy probablemente no lo escogimos libremente sino influenciados rápidamente por alguna moda a través de publicidad.
El mundo se mueve rápido, obligándonos a montarnos en un tren del que solo nos podemos bajar en la estación del fracaso, desechados por no cumplir el ritmo que exigen los malos deseos. Por esto, es momento de parar, de hacer un alto en el camino, de cambiar la forma de pensar que el mundo o nuestros propios deseos nos influencian, y tomar el camino que Dios nos ofrece, en su calma, en su amor. Cuando alguien nos esté afanando a tomar una decisión, primero tomemos el tiempo de ir a la presencia de Dios, en oración, vamos a su Palabra y consultar cuál es su voluntad, luego esperar en Él, el tiempo que sea necesario, hasta tener una respuesta que nos llene de paz y seguridad. Dios mismo nos mostrará a través de las circunstancias, analizadas a la luz de su Palabra, lo que debemos hacer y cuándo. ¿Parece difícil, cierto? Pero Dios se encarga de lo imposible, mientras nosotros descansamos reposadamente en sus promesas.