Tus asuntos, ¿son los míos?
2016-08-10
1. Oración inicial
Señor, tu diste todo por mí, y tu victoria en la cruz me hace tener bendiciones, esperanza y vida eterna. Sin embargo, no moriste lleno de riquezas, ni gozaste de la aprobación de todas las personas. Ayúdame a parecerme cada día más a ti y abandonar las cosas vanas y efímeras que hay en este mundo, esas que pueden apartar mis ojos de tus propósitos. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, Romanos 12:2
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”, Mateo 6:21
3. Reflexiona
En este mundo actual, es dado a medir el éxito en términos económicos, términos de poder o términos de conocimiento de ciencia. Cuanto más dinero o más títulos se tienen, se cree, que se es más exitoso, más admirable y con más influencia.
Veamos esto en diferentes esferas. Si en un semáforo vemos un carro, convertible último modelo y al lado vemos un modesto carro de modelo viejo, de hace diez años, es probable que digamos, que el dueño del primer carro es más exitoso. Difícilmente nos detendremos a pensar, que tal vez el primer dueño, ha dejado de compartir con su familia por estar trabajando, o ha pagado un alto costo para lograr el dinero que sostenga sus lujos.
Si encontramos a una persona joven, con muchos conocimientos, tal vez nos admiramos por lo letrado que es y por la cantidad de libros que ha leído, o títulos que ha obtenido a pesar de su corta edad. No será importante preguntarnos: ¿A que más se ha dedicado, fuera de llenar su intelecto?, o ¿Cómo ayuda a las demás personas?
No se trata de criticar a otros, porque no se parecen a lo que plantea la Palabra de Dios. Quizás, no han tenido la oportunidad de conocer de Dios. La idea es que hoy examinemos nuestro corazón y miremos, hasta donde, lo que el mundo considera prioridad, ha llegado a ser también la prioridad para nosotros.
Nos preocupamos por nuevas formas de obtener dinero, olvidamos ser buenos administradores de los recursos que Dios ya nos ha dado, siendo fieles y usándolos para ayudar a otros. Mateo 25:23 “Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Esto aplica para cualquier recurso o talento que Dios nos ha dado.
Nuestro trabajo o estudio son importantes para nuestra superación y Dios lo sabe; pero, nos absorben tanto, que a veces no volvemos a la iglesia y no sacamos el tiempo para orar y estar en intimidad con Dios. La Palabra de Dios nos pide que oremos sin cesar, en cualquier momento, circunstancia o situación. Además, que no dejemos de congregarnos con otros hermanos, para estimularnos al amor y las buenas obras.
Dios nos ama incondicionalmente, a pesar de nosotros mismos y quiere que de igual manera amemos a nuestro prójimo, sin embargo, cuán difícil es encontrar una palabra positiva o de aliento para referirse a alguien cercano, inclusive, a nuestra propia familia.
Cristo murió por nosotros solo por amor, no obtuvo riquezas, no obtuvo reconocimiento, siendo el Rey, no tuvo un trono físico. Su amor era más grande que estas cosas efímeras, que no pueden cambiar y salvar a ninguna persona. Debemos tener el mismo sentir que tuvo Jesús.
Recordemos cuanto nos ha bendecido, Él se complace en que prosperemos en todo, pero le duele profundamente cuando nuestros anhelos, nos hacen perder la visión de Dios y nos alejan de su propósito y cuando nos enfocamos solamente en nuestras vidas, en nuestro hoy, en nuestras necesidades y en los triunfos en este mundo. Nos enceguecemos de tal modo, que no vemos la grandeza de la eternidad, o nos volvemos fríos y distantes, olvidándonos de las personas que nos rodean. Él quiere guardar nuestro corazón de lo que nos puede corromper, y quiere que volvamos a sus poderosos planes. Pidamos al Espíritu Santo, que renueve nuestra mente y la visión de Dios en nosotros.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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