Aprended de Jesús

Señor a ti me acerco cada día con todo mi corazón para aprender de ti, para liberarme de todas mis preocupaciones, temores y tristezas. Solo así se hace fácil y ligera mi carga. Quiero ser humilde y apacible como tú; enséñame sabiduría de la que proviene de tu boca mi Señor. Amen.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”

Jesús dijo: “Llevad mi yugo.” Esto lo dijo para aquel que quiera someterse a su voluntad. Para aquel que ha visto que el mundo no le llena sus vacíos. Dios prepara en cada ser humano un lugar donde Él quiere morar, pero el hombre lo ha llenado con algo diferente, y esto hace que la carga sea pesada. Por tanto, debemos entregarle el control de nuestra vida, y tenemos mucho que ganar. Jesús dijo: “Aprended de mí” y cuando reconocemos su señorío, su soberanía sobre nosotros, es el día que empezamos a aprender de Él. Acerquémonos a Jesús como niños, que no sabemos nada y que tenemos mucho que aprender.
Cuando Jesús estaba hablando estas palabras, allí estaban los fariseos estorbándole, pues ellos eran altivos y llenos de soberbia. Eran los ministros, los sacerdotes de aquella época, los que enseñaban al pueblo, pero ellos mismos no podían cumplir lo que le mandaban a hacer a otros. Por eso Jesús decía: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.” Jesús no buscaba lugar en medio de la gente, ni aplausos, Él sólo buscaba comunión con el Padre porque estaba en humildad hasta lo sumo.
Jesús era manso, humilde, sencillo, hablaba lo que el Padre le daba a hablar. El hombre que decide hacer el plan de Dios y la obra que Dios ha puesto en sus manos reconoce que con sus fuerzas no puede alcanzar y que la única forma de logarlo es viviendo una vida en oración y sometida completamente a Dios.
Hermano, toma tu vida y dile a Dios, “Yo quiero aprender a ser humilde” y congrégate para que te impregnes del carácter de Cristo.