Espíritu divino y majestuoso
2015-12-09
1. Oración inicial
Poderoso Dios, que privilegio me has dado al tener a Tu Santo Espíritu en mi vida, sin merecerlo, pero a ti te ha placido escogerme y darme de tu presencia a través de Espíritu. Te alabo Señor y me doblego ante ti, majestuoso y glorioso. Te amo Señor. Amen
2. Lee la palabra de Dios
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra
3. Reflexiona
El concepto del Espíritu Santo como una influencia o un poder divino del que podemos utilizar, conduce a la exaltación del propio individuo y a la autosuficiencia. Quien piense así sobre el Espíritu Santo estará lleno de orgullo espiritual y caminará como si perteneciera a una orden superior de cristianos. Cuando comprendemos que el Espíritu Santo es una persona divina con una majestad y una gloria y una santidad y un poder infinitos, quien ha condescendido a llegarse a nuestros corazones para habitar allí, tomar posesión de nuestras vidas y utilizarlas, esto nos hará permanecer humillados. Nos hará sobrecogernos al pensar que una persona llena de gloria y majestad divina more en mi corazón y esté dispuesta a utilízame.
Esta diferencia de enfoque está ilustrada en la Biblia. Es el caso de Simón el mago. Simón era un ciudadano de Samaria, donde Felipe, uno de los primeros diáconos, había estado predicando el evangelio. Aparentemente, Simón había creído en Cristo y era salvo, ya que el relato nos dice: «También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe» (Hch 8:9-24). Simón, cuando vio los milagros que se hacían estaba atónito, y cayó en el error de creer que el Espíritu Santo era un poder que podía ser comprado. Más tarde, cuando Pedro y Juan vinieron a Samaria ya habían sido utilizados por Dios para impartir el Espíritu a otros, Simón les ofreció dinero a los discípulos para que ellos le dieran «ese poder». Pedro le respondió: «Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón»
El ejemplo opuesto lo encontramos en el comienzo de la labor misionera, con Pablo y Bernabé. En ese caso se nos dice que: «Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado» (Hch 13:2). En el primer ejemplo, una persona quería tomar y usar a Dios.
En el segundo ejemplo, es Dios quien toma y usa a dos personas.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
Puedes compartir este devocional en Facebook, Whatsapp, Twitter y LinkedIn