Mi fe está en Jesús
2015-11-15
1. Oración inicial
Amado Dios, mis ojos están puestos en ti, mi seguridad y mi confianza reposan en tu poder. Yo creo que tu cumplirás tu palabra y propósito en mí y en la vida de mi familia, mis amigos y en todo aquel que lea esto en el nombre de Jesús. Amen
2. Lee la palabra de Dios
“Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. 5:40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.”
3. Reflexiona
En los Evangelios encontramos que los milagros que realizó Jesús, siempre estuvieron precedidos por una actitud de fe en su persona. Es un convencimiento profundo que nace en el corazón de quien busca la gloria de Dios.
Se trata de una fe expectante, centrada en Jesús, y que hace posible la manifestación del poder de Dios. En la mayoría de los casos, el Maestro la exige como condición para realizar el milagro que se le pide.
Es una clase de fe que consiste, sobre todo, en creer con todo el corazón que Jesús puede hacerlo. Esta fe, que obra sanaciones y milagros, es un don de Dios. Es la fe de la mujer que padecía flujos de sangre. Ella estaba persuadida de que si lograba tocar el manto de Jesús sería curada, como en efecto así fue (Mt. 9, 20-22)
Es la fe del centurión romano quien creyó que bastaban las palabras de Jesús para curar a su siervo. Él supo reconocer que el poder para curar estaba en Jesús, pues ni siquiera era necesario entrara en su casa, y le impusiera las manos al enfermo. Con sólo mandarlo Jesús, su servidor se curaría ¡Gran fe la de este pagano que sorprendió al propio Señor! (Lc. 7, 1-10)
Es la fe del ciego de Jericó que no dejó de gritar hasta que el Señor se detuvo, y le concedió la vista (Mc. 10, 46-52)
Es la fe que Jesús le dijo a Jairo que tuviera, cuando vinieron a decirle que no molestara más al Maestro porque la niña ya estaba muerta. La respuesta del Señor es contundente: “No temas, ten fe solamente,…”
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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