Sufrimiento de Jesús por amor a nosotros

Señor Jesucristo, me aferro a ti como mi más íntimo amigo, tú me ayudas en la adversidad, me das consuelo en todas mis aflicciones, me levantas y me sustentas. Gracias por ese amor tan grande que manifestastes cada instante del camino hacia la cruz. Te amo Señor. Amen

«Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?»

Después de la Última Cena, Jesús tiene una inmensa necesidad de orar. Su alma está abatida. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra y sudó gotas de sangre. Su alma está afligida hasta el punto de decir: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte.»
Jesús buscó apoyarse en la compañía de sus amigos íntimos y los encontró durmiendo; pero, entre tanto, uno no dormía: Judas, el traidor conjuraba con sus enemigos. Jesús que es limpio de pecado, carga con los pecados de todos y cada uno de los hombres, y se ofreció, con cuánto amor, como víctima para pagar personalmente todas nuestras deudas y de cuántos solo recibe olvido y menosprecio.
Cuánto tenemos que agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna. En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones, angustias y desánimos, pero la imagen de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno, ni condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, pues su voluntad es buena, santa y perfecta.
El huerto de Getsemaní tiene que ser parte en nuestra vida, Jesús nos amó sin medida, en cada minuto de su agonía nos mostró su amor infinito.