Líder, creced. Parte 2
2015-08-11
1. Oración inicial
Amado Dios, te ruego como el salmista: examíname y prueba mi corazón y mira si en mí hay camino de maldad y guíame a las sendas de justicia. Ayúdame a no mirar los errores de los demás y juzgarlos, sino mirar mis propios vicios y corregirlos, Ayúdame Señor. Amen
2. Lee la palabra de Dios
“Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno”
3. Reflexiona
Alguien decía: “Nos hemos encontrado con el enemigo; el enemigo somos nosotros”. La persona más difícil de dirigir eres tú mismo. La naturaleza humana tiende a encontrar faltas en todos, excepto en uno mismo.
Después de una victoria gloriosa ante Goliat, seguida de una experiencia devastadora de adulterio con Betsabé, David el salmista escribió: “Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos” Y David continuaba diciendo: “examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame…”
Esa misma oración deberías hacerla a diario, porque todos adolecemos de dos problemas:
1) No nos vemos a nosotros mismos como los demás nos ven. Si no nos examinamos con transparencia y realismo, nunca entenderemos cuáles son nuestras debilidades. Y si no las entendemos, no podremos conducirnos debidamente. Cuantos caminan siendo reyes de su propio mundo o reyes de sí mismos, sin darse cuenta que su vida está harapienta y derrotada.
2) Somos mucho más estrictos con los demás que con nosotros mismos. Juzgamos a otros por sus acciones, pero a nosotros por las intenciones. Cuando hacemos algo mal, lo justificamos porque estamos convencidos de que nuestros motivos eran correctos. El problema es que repetimos ese comportamiento una y otra vez, con lo cual nunca cambiaremos.
4. Alaba a Dios
5. Comparte
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